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¿Y si a mis hijos les gusta el reguetón?

“El reguetón es como la gaseosa, es malo, dañino (risas) pero llega un punto en la vida en el que ya no lo puedes controlar con tus hijos y simplemente la van a probar o lo van a escuchar”, comenta Luisa, la mamá de Martín (6), Antonia (12) y Juan Manuel (14).

La música tiene muchos poderes: conectarse con nuestras emociones más profundas y hacerlas brotar, despertar el cuerpo y ponerlo a bailar, hacerle cosquillas al cerebro y facilitar el aprendizaje, contar a través de sonidos las historias de las culturas, unir a las personas para jugar, acompañar y derrotar el aburrimiento, liberar el alma con sus ritmos... En fin, le da un matiz especial a la vida.

Pero, a pesar de estas bondades, muchos se preguntan si los géneros urbanos son aptos para los niños, si ponerle música clásica a los bebés hará de ellos unos humanos superdotados, si la gente que escucha grunge es depresiva o si los ritmos tradicionales como la carranga le gustan a los jóvenes.

 

¿Somos lo que escuchamos?

Escuchar música es un disfrute y, como todo gusto, se encuentra, refina y cambia a medida que nosotros también cambiamos. Al fin y al cabo el ritmo, el canto y la danza están presentes en los seres humanos desde que el primer corazón empezó a latir.

Muy temprano los niños descubren la existencia de la música y empiezan a armar sus propias listas de favoritos con lo que llega a sus oídos y los cautiva, les mueve las emociones, los hace bailar o los conecta con sus raíces.

Estas elecciones no nos hacen mejores o peores, nos identifican pero no nos definen, las disfrutamos pero no dictan nuestras acciones. La música que escuchamos es solo una de todas las variables culturales que se cruzan para componer lo que somos.

Ningún género nos hace buenos o malos, brutos o inteligentes, sensibles o inconscientes. El contexto, la familia, la educación, las relaciones con las demás personas, las expresiones culturales y artísticas a las que nos acercamos, y nuestra propia personalidad, influyen en lo que decidimos ser, nuestra autoestima y en la percepción que tenemos de los demás.

Sí, sabemos que actualmente el reguetón y el trap son temas difíciles para los papás, no solo porque son géneros relacionados con contextos de violencia, sexo y drogas, sino porque cautiva a los niños y nos persigue a donde vayamos a través de las emisoras juveniles.

“A mi hija no le gustaba el reguetón pero cuando llegó a 8º le empezó a gustar. Yo me escandalicé mucho, me pareció horrible porque pienso que el reguetón pone a la mujer en una situación de inferioridad. Le pregunté por qué le gustaba y me dijo que simplemente el ritmo le parecía chévere y la invitaba a bailar”, cuenta Pamela, mamá de Karina (16).

Entonces, ¿qué podemos hacer si a nuestros hijos les gusta el reguetón? Primero, no entrar en pánico. Segundo, darles las herramientas para que tengan una mirada crítica hacia el machismo (característica que más se le critica a este género musical pero que también está presente en la rancheras, la música de despecho y hasta en el rock —Run for your life de The Beatles es una de ellas—).

Preguntarles qué significa lo que están cantando, qué piensan de las situaciones que allí se cuentan, indagar si creen que lo que dice la canción está bien y si consideran que debería ser diferente, son algunas conversaciones que pueden establecer para invitarlos a la reflexión.

“A mí lo que más me aterra es que se aprenden las letras muy fácil y ellos me dicen ‘Pues mami, es que las letras son tan obvias y tan simples que es muy fácil aprendérselas, y los tonos como que tampoco tiene demasiado esfuerzo musical’. Ellos son conscientes de que el reguetón realmente no tiene un valor artístico ni musical sino que es del momento, la recocha y del baile. Eso nos ha dado la oportunidad de hablar de muchas más cosas, de mucha más música. Más allá de escandalizarnos o prohibirlo es como que nos abre un diálogo a la calidad de muchas cosas y a los análisis de la vida de hoy. Es peor el trap, en ese sí hemos sido más radicales porque es más explícito. Dijimos no y punto”, cuenta Luisa.

Una recomendación más: ¡ayudar a los niños a expandir sus oídos!

Para la muestra está DMK, un grupo que Dicken creó al lado de sus hijos, Mila y Korben, con quienes comparte el gusto por la banda británica Depeche Mode.

Hoy tenemos casi toda la música del mundo a nuestro alcance así que nuestra misión es ofrecerle a los niños un menú con muchas opciones con el que puedan ampliar su “paladar musical”: explorar artistas, géneros y plataformas de música, y motivarlos a expandir el oído. También puede ser buena idea animarlos a conectarse con los sonidos que hacen parte de su cultura, conocerlos, apreciarlos, bailarlos y gozarlos.

“El Joropo, aparte de ser una música muy bonita, ayuda a otros niños como yo a mantener sus tradiciones, y a desarrollar sus habilidades. El Joropo se puede bailar, cantar y hasta jugar. Con él se puede improvisar, rimar, intentar componer o inventar figuras para coreografías. Yo creo que es muy divertido y también puede serlo para todos": Luna Reyes.

Al igual que con la lectura, la música se convierte en un asunto emocional para los ellos. Si cantamos juntos, si bailamos juntos, si disfrutamos esos momentos en los que intercambiamos canciones, fortaleceremos nuestros vínculos con ellos pero también le daremos significados profundos a los ritmos que les damos a conocer.

Cantemos más, bailemos más y compartamos más con los niños el poder del ritmo. Que aquello que nos defina como personas sean nuestras acciones y no solo la música que invade nuestro oídos. En familia también #PodemosSerGuapachosos

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